Por qué lo llaman “procrastinar” si siempre ha sido “vaguear”

Por qué lo llaman “procrastinar” si siempre ha sido “vaguear”
  27/03/2017

INÉS ROIG (*)

Procrastinación es el hábito de aplazar tareas que deben atenderse a favor de otras más agradables.

            Existen varios perfiles de procrastinador. Aunque, el auténtico es aquel que pospone de forma habitual los temas importantes o asuntos que requieren un gran esfuerzo y que, además, lo hace porque cree que solo así obtendrá los mejores resultados. Además, este hábito puede convertirse en una adicción, ya que, en algunas personas, hay un punto de disfrute al que se enganchan de forma inconsciente. Estaríamos hablando, por ejemplo, de estudiar para un examen la noche anterior o preparar una reunión cinco minutos antes de que comience. Estas personas perciben estos episodios como momentos emocionantes, debido a la segregación de adrenalina.

            Mientras que entre los anglosajones se etiquetaba a aquellos que aplazaban sus tareas como “procrastinadores”, aquí nos hemos decantado por “vagos” y “holgazanes”. Sin embargo, no estamos hablando de vocablos sinónimos, ya que, no significan exactamente lo mismo. En cualquier caso, la mayoría de las personas utiliza el término “procrastinador” convencido de que es mucho más cool comparado con su versión más castiza.

            El procrastinador busca de forma inconsciente el modo de darle emoción a la cotidianidad. La mayoría de los procrastinadores saben perfectamente qué técnicas podrían aplicar para mejorar la gestión de su tiempo, pero por diversas razones no lo hacen: por una gran inseguridad o por un excesivo perfeccionismo. En ocasiones, no se ven capaces de resolver determinadas situaciones y, por tanto, dilatan todo lo que pueden el momento de hacerles frente. Por otro lado, hay personas que desean hacer tan bien determinadas tareas que quedan paralizadas ante el reto que supone, tanto por la valoración que puedan hacer los demás de su trabajo como por ellas mismas.

            El procrastinador padece un importante desgaste emocional, ya que el comportamiento procrastinador es tremendamente estresante. La sensación de pérdida de control conduce habitualmente a un malestar emocional al que muchas veces hay que añadir el sentimiento de culpa que el individuo experimenta cuando se da cuenta de que si hubiera planificado la tarea, la habría hecho mejor.

            Algunas técnicas para corregir la conducta procrastinadora son:

            Marcarse tareas que pueda asumir.

            Compartir con los demás los plazos que se haya fijado.

            Pedir ayuda para alcanzar los objetivos.

            Evitar las distracciones, sobre todo las tecnológicas.

            Registrar las tareas que va cumpliendo.

            Por último, sobre todo, obligarse a empezar.

            Los primeros minutos de cualquier tarea son los más duros. Si consigue ponerse, habrá conseguido vencer en gran medida la tendencia a procrastinar. Por otra parte, se aconseja establecer un horario en el que agrupemos las actividades más tentadoras, como revisar el correo personal, consultar la prensa o navegar por las redes sociales. De este modo, desaparece el sentimiento de culpa y estaremos en disposición de darlo todo para emprender nuestras obligaciones.

(*) Farmacia Las Marinas.

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