El vendedor de bocadillos

El vendedor de bocadillos
  22/04/2019

VERÓNICA MONSONIS (*)

Erase una vez un hombre que vivía muy cerca de un importante cruce de caminos.

            Cada día, nada más salir el sol, se acercaba al cruce para instalar su pequeño puesto ambulante de bocadillos, que el mismo reparaba y horneaba en su horno de leña.

            Este hombre, que no podía ver ni escuchar bien, era conocido en toda la región por sus exquisitos bocadillos, a los que dedicaba todo su tiempo, ya que ni veía la televisión, ni podía leer el diario…

            La gente estaba tan contenta de que cada día le compraba más y más, hasta que, meses después, el hombre decidió alquilar un terreno donde puso un cartel de colores que todo el mundo podía ver. Y seguía preparando los bocadillos y vendiéndolos como siempre, gritando a voces su conocida frase:

            - ¡Compre deliciosos bocadillos calientes! -.

            Y así, como atraídas por un imán, las personas se acercaban al puesto y compraban deliciosos bocadillos.

            El negocio cada vez iba mejor, así que el tendero pensó en alquilar un terreno más grande y en un sitio todavía más céntrico.

            Y seguía vendiendo, más y más bocadillos cada día. Tanto que tuvo que pedir ayuda a su hijo, un prestigioso empresario de la ciudad, para que le ayudara.

            Al recibir su llamada, su hijo respondió:

            - Pero papá, ¿no escuchas la radio ni ves la televisión? No te puedes fiar de que te vayan bien las cosas ahora porque estamos en crisis, una crisis terrible, y todo va a ir a peor- le dijo.

            A esto, el padre pensó:

            - Mi hijo trabaja en la gran urbe, tiene un trabajo altamente cualificado, además de contactos importantes y está muy bien informado… ¡Debe saber de lo que habla!”.

            Así que el tendero revisó sus costes, empezó a comprar menos pan e ingredientes e incluso dejó de promocionar sus bocadillos. El efecto negativo en las ventas fue inmediato y acabó devolviendo el terreno y dejó de confiar en uno mismo.

            Apenado, el tendero volvió a llamar a su hijo:

            - Querido hijo, tenías mucha razón, ¡puedo asegurarte de que estamos atravesando una grave crisis!

            Reflexión:

            Este cuento nos hace reflexionar sobre la importancia de confiar en uno mismo.

            A menudo nos dejamos influenciar por las opiniones de los demás y hacemos más caso de los condicionantes externos (radio, la televisión, la prensa) que a esa “vocecilla interior” que realmente sabe lo que nos conviene. Es importante guiarnos por ella y confiar en uno mismo para llegar a buen puerto.

            A nivel profesional ocurre lo mismo: si tu idea, proyecto, negocio o ilusión parece que va bien, ¿por qué no seguir apostando? Puede que al final acabe no saliendo como querías, pero de nada sirve tirar la toalla cuando todo parece ir bien o cuando realmente piensas que es posible. Así pues, es esencial confiar en uno mismo.

            (fuente: http://www.vitasalud.com/confiar-en-uno-mismo/).

(*) Psicóloga. Máster en Psicología Clínica y especializada en Educación Emocional y en Atención Temprana.

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