Falsas promesas de las dietas: lo que hay que evitar para tener resultados
(*) INÉS ROIG
Muchas prometen hacerte perder peso a toda velocidad. Otras añaden “sin pasar hambre”. También están las que cambian aseguran tener el poder de convertir el michelín en bíceps y las que te hacen ver un curioso enemigo: algún porcentaje del agua del organismo.
Librarse del hambre no es fácil, y tienes muchas papeletas de fracasar en el intento de perder peso. De ahí el éxito de las que aseguran aligerar sin padecerlo. La cantidad de calorías ingeridas es una variable, pero también influye el gasto de energía que el organismo prevé hacer, los estímulos visuales y olfativos, los hábitos alimenticios y otros factores, como que hay más de un tipo apetito (físico, emocional, del paladar…). El cansancio, el estrés y la ansiedad también intervienen así que hay que tratar muchas más cosas que el acto de comer.
Nadie puede asegurar el tiempo que va a tardar. Y menos que será poco. Para perder un kilo hay que crear un déficit de 7.000 kilocalorías. Si una persona que quema unas 2.000 al día (las hay que no llegan a las 1.200 ni haciendo ejercicio), se organiza un plan para ingerir solo 1.500 y no se lo salta jamás, podría quitarse entre 400 y 700 gramos por semana (de 2 a 3 kilos al mes), en el mejor de los casos. Acelerar esas cifras significa comer mucho menos de lo esencial y es probable que falten nutrientes.
Los milagros quemagrasas, sin esfuerzo, cual detergente como el vinagre de manzana, lo del limón en ayunas, que se vende, como depurativo, antigrasa o remedio para ir más al baño, son también teorías falsas.
Beber agua con hielo, o comer alimentos fríos para forzar al cuerpo a general calor para subir la temperatura es una soberana tontería: al llegar al estómago tardan poco en ponerse a la temperatura ambiental del sistema digestivo. El gasto en esa termogénesis es mínimo.
La masa muscular se construye en el gimnasio. A veces, ni eso. Para crearla o reparar la que se destruye haciendo ejercicio, hay que comer proteínas en la ventana metabólica que se abre desde los 30 minutos hasta las dos horas posteriores al entrenamiento. Pero realmente no se sabe cuánto necesitamos ni cuánta utilizará finalmente nuestro organismo. Cada individuo tiene una capacidad anabólica diferente. Depende del sexo, de las hormonas, la genética… Además de hacernos perder tiempo, dinero y esperanzas, hay un otro peaje a pagar: los riñones se ponen a filtrar sin parar y pueden sobrevenir patologías renales.
Lo único que se deshincha es un globo, una rueda, un flotador… Es la principal premisa de la dieta de la piña. Su argumento: si la piña es diurética, incorporarla en todas las comidas, ayuda a desinflar el organismo. La retención de líquidos, no es la causa del problema, que puede tener origen linfático, hormonal, de falta de ejercicio… Puedes eliminar todo el líquido que quieras, que lo vas a recuperar. Y lo mismo con la famosa dieta de la alcachofa.
Las dietas détox se venden como saludables, vitamínicas, bajas en calorías porque hay mucha fruta y verdura, pero, sobre todo, capaces de eliminar todas las toxinas que supuestamente atesoramos en nuestro interior. El cuerpo tiene un sistema estupendo para hacerlo, que se llama hígado y riñones. No necesitamos más.
(*) Farmacia Las Marinas.