GUILLERMO ARES: Del pasado al futuro
Se cree que en los últimos cien años la humanidad ha progresado mucho más que en los cinco mil años anteriores.
Ni hablemos de los últimos treinta y cinco años.
Más allá de opciones extraterrestres que posiblemente ayudaran en el pasado, este siglo en el que vivimos, sin ninguna aparente participación foránea, avanza desmedido sin advertir las posibles consecuencias.
Ese empleado, funcionario o no, que tan mal atiende a su público, no parece ser consciente de ese futuro que le espera, el que un robot lo reemplace en su puesto de trabajo.
Las máquinas siempre terminan cargándose a su inventor, en este caso a la humanidad que a corto plazo se verá dominada por chips, bits, mb, ram, rom en nano circuitos invisibles.
La carrera humana por ir más rápido a cualquier o ninguna parte nos conduce a un estado ficticio, de plástico, ese que hace cincuenta años era el gran descubrimiento y hoy se busca eliminar su utilización por los perjuicios que produce.
Así vamos con todo, sin previsión, sin análisis, a la juventud se le enseña la cultura del pelotazo sin cultura.
Demasiadas veces el que enseña ya aprendió mal y el que mal aprende enseñará peor, mi teoría del efecto fotocopia, la copia de copia de copia se irá deteriorando hasta que la última fotocopia sólo será un papel en blanco.
Sin “Telecinco Dígame” ni consolas con juegos infumables, los antiguos hacían pirámides, dominaban la astronomía hasta que nadie sabe muy bien cómo fueron desapareciendo.
Hoy, con todo ese progreso, la Luna, Marte, trenes y autobuses sin conductor, no parece que estemos preocupados por la eliminación de los humanos que se verán reemplazados por las máquinas que hoy tanto ayudan a ser más rápidos y en muchos casos, a quedarnos sin empleo.
¿Será que tal vez haya que dar más espacio a la filosofía y menos a la tecnología?
Es posible que para ser feliz no haya que ir tan rápido.