Indagando en la frontera, entre lo humano y lo divino

Indagando en la frontera, entre lo humano y lo divino
  30/07/2021

 

Por Joaquín Cantó Soler

 

El físico estadounidense Leonard Susskind (profesor de física teórica de la Universidad de Stanford), escribió: “Las sorpresas inesperadas en la Ciencia son la regla, no la excepción”.

            Muchos de los grandes descubrimientos relevantes en la Ciencia Biomédica y en otras ramas del saber a lo largo de los siglos, partieron como curiosidades científicas básicas, aparentemente sin ninguna importancia, pero con unas consecuencias inimaginables en muchos casos que llegarían incluso a conquistar, más de un codiciado premio Nobel. Este es sin duda alguna el caso del último premio Nobel de Química en 2020.

            Se sabía, desde hace tiempo que en los genomas de un tercio de todas las bacterias y muy probablemente de casi todas las arqueas, que había un conjunto de secuencias repetitivas con una idiosincrasia muy similar. Sin embargo, su función biológica siguió siendo un misterio hasta 2005. Año en el que se empezaron a relacionar dichas “extrañas y misteriosas“ secuencias como un sistema de defensa  inmunitario, frente a los ataques víricos. Lo que para muchos grupos de investigación en este campo, les paso como una simple curiosidad, sin la mayor trascendencia.

            Para el investigador y microbiólogo molecular, Dr. D. Francisco Juan Martínez Mójica de la Universidad de Alicante (Francis, para los amigos y colegas), no fue así. Francis predijo la función de dichas secuencias repetitivas que actúan a modo de autovacunas, ya que contienen el material genético de los virus que han infectado a las bacterias en el pasado. Permitiendo reconocer, si se repite la infección y defenderse (las propias bacterias y su descendencia) ante ella cortando el segmento o  la secuencia infectiva de ADN de los posibles invasores e incorporándola a su propio genoma bacteriano. Y fue, precisamente en un microorganismo descubierto en las salinas de Santa Pola en Alicante, donde esta “caprichosa” arqueobacteria que presenta una tolerancia extrema a la sal (Haloferax mediterranei) se hizo famosa. A éste tipo, curioso, especial y singular de repeticiones las bautizo con el nombre de CRISPR (Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas). Esta técnica revolucionaria está basada en una “herramienta biológica” que nos permite modificar a nuestro antojo el genoma de células tanto procariotas, como eucariotas de una forma muy sencilla y sobre todo extremadamente económica. A groso modo, se trata de un especie de “tijeras moleculares” capaces de cortar con una alta y sofisticada precisión, para a continuación, pegar ambos extremos del segmento de ADN que ha sido escindido. El poder de estas tijeras moleculares, es inmenso. De ahí que haya sido considerado el mayor avance científico del año 2015. Dicha técnica utiliza unos “moldes” y una especie de proteína para dirigirse a zonas seleccionadas específicamente en la molécula de ADN y “cortarlas” A continuación se pueden “pegar” ambos extremos que han sido cortados e inactivar el gen o conjunto de genes infecciosos e introducir nuevos segmentos de ADN a voluntad, para llevar a cabo la síntesis de nuevas proteínas con unos fines determinados y de este modo poder continuar con los avances en investigaciones futuras  y en pro de la posible cura de determinadas enfermedades monogenéticas (alteraciones en la secuencia de ADN de un solo gen. Como por ejemplo la anemia de células falciformes).

            Las células humanas están constantemente expuestas a daños en su ADN, ya sea por la acción de carcinógenos o bien por la exposición a radiaciones ionizantes. Es por tanto que han desarrollado mecanismos de autodefensa para reparar dichas lesiones. Para ello, nuestro organismo está equipado de múltiples y variados complejos multienzimáticos endógenos que los reparan en la medida de sus posibilidades. Cuando no ocurre esto, aparecen mutaciones que provocan diferentes tipos de canceres entre otras enfermedades, lamentablemente. El primer genoma viral se secuenció entero en 1976 y, en los años transcurridos desde entonces, se han desentrañado un número creciente y considerable de genomas cada vez más complejos. De forma simultánea las herramientas para construir moléculas sintéticas de ADN en el laboratorio, han ido creciendo de forma exponencial. Hasta tal punto que actualmente el campo de la inmunidad bacteriana adaptativa se encuentra en estos momentos en plena ebullición.

            El tratar de explicar desde un punto vista molecular el cómo actúan los diferentes tipos de elementos que conforman el proceso de la edición genética, pienso honestamente que no es el objetivo primordial de un artículo de divulgación científica y por tanto, si me lo permiten, no entrare en más detalles cientificotécnicos de dicho mecanismo molecular.

            Pero, lo que sí que me gustaría matizar, antes de finalizar éste breve articulo divulgativo y siempre, desde mi humilde  punto de vista personal (sin ser investigador del CSIC, ni autoridad en dicha materia), es la gran injusticia que se ha cometido en no hacer coparticipe / coautor, ni mención alguna en el otorgamiento del merecido y, sin lugar a dudas, premio Nobel de Química en 2020 a las Dras. Charpentier & Doudna (microbióloga y bioquímica, respectivamente), por el invento de esta revolucionaria técnica de edición genética, sencilla, barata y que cambiara como nunca se había hecho hasta ahora, Ni se hubiese podido imaginar, el campo de la biomedicina y nuestras vidas para siempre, gracias a un estudio de ciencia básica que fue evolucionando con el tiempo, hasta convertirse en ciencia aplicada y llegar a alcanzar la cumbre y el “climax” intelectual de cualquiera del común de los mortales.

            La verdadera sabiduría no se apoya sólo en los cimientos del saber científico sino que ha de anclarse también  en la bondad, la justicia, los valores y cualidades humanas, de la buena gente y el saber hacer.

 

 

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