Si su hijo pertenece a la generación de flojos, la culpa es suya

Si su hijo pertenece a la generación de flojos, la culpa es suya
  20/03/2017

INÉS ROIG (*)

Hemos traspasado a nuestros hijos las cotas de bienestar más elevadas jamás vistas en el mundo occidental. Pero los adolescentes de hoy, no parecen mostrar las aptitudes necesarias para coger las riendas de las empresas, mercados y gobiernos del mundo. Ni lo que es más importante: el timón de sus vidas. Ya se habla de una Generación de cristal.

            La enseñanza más valiosa que uno puede legar a sus descendientes es la destreza para encajar los avatares del día a día, la capacidad para enfrentarse a los problemas (graves y menores) que se interpongan en su camino y la habilidad para transformar las realidades presentes en su versión más positiva. Esto exige la intervención de sujetos instruidos. El problema es que, lamentablemente, todo parece indicar que los nacidos en los albores del siglo XXI forman una generación que flaquea en ciertos aspectos clave de su formación emocional. Valores como la entereza, la empatía o el espíritu de superación solo emiten leves y débiles destellos, abocando a la sociedad actual a un alarmante estado de inmadurez. Ante cualquier complicación, muchos padres y educadores ven necesaria la intervención directa y, en demasiadas ocasiones, ahorran a sus hijos las dificultades y, les protegen de los problemas que tratan de resolver por ellos.

            La sociedad ha vendido a los jóvenes que hay que ser felices sí o sí. Y cuando su pareja les deja o pierden el trabajo, se vienen abajo. La supuesta perfección del Estado de bienestar ha traído consigo la idea de que alcanzar ese confort significa no tener ningún problema. Por eso, en general, se procura que las nuevas generaciones no se vean en la necesidad de enfrentarse a contratiempo alguno. Sin embargo, esta decisión les aboca a una carencia formativa y de autonomía en su proceso para alcanzar la madurez.

            Cuando no se permite a los adolescentes que de forma controlada vivan sus propias dificultades, decidan y se equivoquen, se les está protegiendo en exceso. ¿Resultado? Inmadurez emocional.

            Para no ser una frágil figurita de cristal es fundamental aprender que los días no son solo de color de rosa, también los hay verdes, azules, amarillos y, por qué no, grises y negros. Esto equivale a aceptar que los conceptos alegría, diversión o satisfacción coexisten con los de esfuerzo, sacrificio y decepción. Si acostumbramos a los niños desde pequeños a obtener de forma inmediata todo lo que piden, les estaremos haciendo un flaco favor, es importante formar niños resilientes, con capacidad para sobreponerse de los fracasos y con tolerancia a la frustración, ya que estas competencias serán fundamentales en sus vidas adultas. Pasarlo mal y conocer el valor que tienen las cosas es importante para saber que la vida no es un camino de rosas.

            Ahora bien, aunque este mundo no es un remanso de paz, también considera que la vida no es solo un valle de lágrimas y que hay que educar buscando el equilibrio entre el sacrificio y la diversión. Basar todo el sistema educativo en los conceptos de esfuerzo y renuncia no es muy productivo.

            El estudio también es esencial para forjar a las personas, es decir, empaparse de materias como filosofía o historia. En filosofía, tres nombres: Platón para cuestionárselo todo, Aristóteles para valorar la experiencia y Descartes para no dejar de dudar.

            Todos duros como rocas.

(*) Farmacia Las Marinas.

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